Yo quiero pensar que todos tenemos un lugar que no conocemos, pero al que anhelamos ir porque algo en particular nos llama.
Conozco a muchas personas que me decían: «Quiero conocer París», porque es un destino popular y lo vemos mucho en películas, entonces se termina transformando en un sueño a cumplir. Pues eso mismo me pasaba pero con Roma.
Yo veía fotos y videos de esa ciudad, y sentía un deseo enorme de ir y recorrer sus calles, disfrutar su deliciosa comida y contemplar las verdaderas obras de arte que se encuentran en cada esquina (literalmente), deseo que se me cumplió en septiembre de 2023.
Comer, beber y caminar
Quisiera decir que con la emoción, tuve toda la energía del mundo desde el momento en que llegué, pero sinceramente no fue así, el jetlag me estaba pasando factura, ir arrastrando mi maleta por dos kilómetros hasta llegar al hotel fue la cereza del pastel, así que realmente quería tirarme en la cama y dormir hasta el día siguiente, pero tuve que sacar fuerzas de donde se pudiera para salir del hotel y empezar a explorar.
El primer paso: una buena comida. Definitivamente un aperol y un plato enorme de pasta fueron la fuente de energía que necesitaba e hicieron su magia.

Con las pilas recargadas comenzamos a caminar por las calles empedradas y apenas a unas cuantas cuadras del hotel lo vi: el imponente Coliseo se veía al final de una estrecha calle. Eso sólo fue un preámbulo de las demás cosas increíbles que veríamos ese y los siguientes días.
Fuimos a la fontana de Trevi, la plaza Navona con su hermosa fuente, visitamos el panteón, probamos un auténtico gelato, vimos el Monumento Nazzionale Vittorio Emanuelle II y cenamos una deliciosa pizza romana, todo esto el primer día.

When in Rome…
Conocer el Coliseo romano fue impactante, una estructura que se mantiene en pie a lo largo de tantos siglos y contiene tanta historia en ella. Lo mismo con el foro romano y el monte palatino. También ayudó tener una guía excelente que tenía una pasión tan grande por su trabajo que se contagiaba.

Visitar el barrio de Trastévere también fue mágico: con sus terrazas llenas de flores, montones de placitas pequeñas, pasadizos llenos de restaurantes y una vibra totalmente relajada.

Todo lo recorríamos caminando y, aunque para el final de cada día ya no podía más del cansancio, valía totalmente la pena recorrer las calles descubriendo nuevas sorpresas en cada esquina.
Menos mal estábamos bien alimentados, que felicidad comprobar que allá la pizza individual efectivamente no se comparte, que el vino siempre está en la mesa, que comer postre no sólo es un gusto, sino que es parte fundamental de la experiencia y que incluso puedes cenar dos veces si tienes espacio… y nosotros lo hicimos; después de haber disfrutado de una deliciosa cena la última noche en Roma, nos entró un pensamiento muy triste: ya no vamos a poder comer pizza romana tradicional en otro lugar, así que fuimos hasta nuestra pizzería local favorita, y engullimos felizmente un par de rebanadas de pizza… digamos que fue nuestro postre.

¿Cómo un lugar nuevo puede sentirse tan cercano?
Nos hospedamos en el barrio de Monti, y muy cerca de nuestro hotel había una placita rodeada de locales y bares. Uno de esos bares no tenía asientos ni mesas, simplemente comprabas tus bebidas y te disponías a disfrutarlas afuera, en la plaza. Las personas se sentaban alrededor de la fuente que había en el centro, otros en las escaleras de los locales, y la gran mayoría simplemente se quedaban de pie platicando con sus amigos.

El ambiente era muy animado, y nos dio gusto comprobar que todas las personas que se encontraban ahí eran locales, éramos prácticamente los únicos turistas, y eso nos encantó. Fue como tener un vistazo a la vida cotidiana de las personas que viven ahí.
Fuimos todas las noches al finalizar nuestro itinerario después de cenar, así que terminó convirtiéndose en un lugar sumamente especial que reconocíamos con una familiaridad como si ya hubiéramos ido por años, en nuestra última noche en Roma, sentí una genuina tristeza al pensar que ya no volveríamos a «nuestra» plaza al día siguiente, pero brindamos con intención de regresar pronto.

Ciao Roma!
Contrario a lo que sucede muchas veces cuando tienes expectativas tan altas, Roma no me decepcionó, sino que me dejó incluso más enamorada que antes. No sólo por las cosas evidentes que todos ya sabemos como la comida y la cultura, sino por su gente, la vibra tan positiva que se respira, el caos ordenado que hay, y la oportunidad de experimentar el famoso «dolce far niente» en persona.
Para mí, fue uno de esos lugares con los que sentí una conexión muy especial y hasta me pregunté… ¿será que podré vivir aquí algún día ? No sé si lo haré o no (aunque claro que me gustaría), pero de lo que sí tengo certeza es que ya quiero volver a visitar mi hogar fuera de mi hogar, y espero poder hacerlo muy pronto porque sin duda es un lugar del que nunca me cansaría.


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