¿Alguna vez has visto la película «Lost in translation»? Hay una escena en la que van al karaoke y se puede ver hacia la calle directamente por la ventana.
Pues resulta que es un lugar real llamado Karaoke Kan en Shibuya, y nosotros queríamos ir a vivir la experiencia auténtica, así que reservamos la sala exacta que sale en la película, la cual se encuentra en el piso 6.
No es karaoke de verdad sin una pre-copa
Los japoneses de verdad aman el karaoke, no es un estereotipo. Vimos muchos locales dirigirse a distintas salas de karaoke después del trabajo, no sin antes haber pasado por algún izakaya para cenar y beber unas cuantas cervezas.
Así que honrando sus costumbres, decidimos ir a un bar de sake llamado Kurand Sake Market, que ofrecía una experiencia «all you can drink» y, para sorpresa de nadie, salimos algo embriagados, pero también muy contentos, y lo recomiendo totalmente.

Tienen muchos refrigeradores con todo tipo de sake, incluso de diferentes sabores, cosa que lo hizo especialmente peligroso para mi, porque yo tomo casi exclusivamente cócteles, así que los sakes frutales y dulces fueron mi perdición. Sólo te acercas a los refrigeradores, tomas la botella de tu agrado, te sirves lo que quieras en tu vaso, lo bebes y repites este proceso cuantas veces quieras: simple y divertido.
Una noche de copas, una noche loca
Al salir de ese bar, nos fuimos caminando al karaoke, pues se encuentra a 5 minutos (como aclaración, ya no existe la sucursal de Kurand en Shibuya, solo queda la de Akihabara).
Debo confesar que a partir de aquí, recuerdo lo que pasó, pero un tanto confuso porque ya no me encontraba en mis 5 sentidos, sin embargo, la noche apenas comenzaba.
Checaron nuestra reservación y, antes de llevarnos a nuestra sala, nos señalaron un perchero que se encontraba detrás de nosotros en los que había varios disfraces y accesorios como panderos y maracas, así que por supuesto que fuimos a verlos y elegimos lo que más nos gustó. Como una imagen dice más que mil palabras, pueden ver la foto de aquí abajo.

Mientras nos llevaban a la sala me di cuenta de lo enorme que es ese lugar, al pasar por los pasillos podías escuchar a lo lejos a la gente cantando con todo el entusiasmo, y me impresiona el excelente sistema de bloqueo de sonido que tienen las puertas y paredes.
Karaoke ikō!
La sala era espaciosa, tenía un enorme sillón en «L» y justo de frente podías ver la gran pantalla donde aparecen las letras de las canciones. Tienen dos micrófonos y un libro gigantesco con todo el repertorio de canciones disponibles y, para mi sorpresa, tenían muchas canciones en español.
De tanta variedad no sabíamos ni cual escoger, pero por el gusto de estar ahí, comenzamos con algunas canciones de animes famosos: cantamos el tema de entrada de Dragon Ball, Pokémon, Sakura Card Captor y Sailor Moon.
Ya estando ambientados, comenzamos a elegir canciones de nuestro gusto personal y aquello se convirtió en una fiesta. Deben saber que uno de mis amigos es excelente para pedir alcohol sin que nos demos cuenta, así que de la nada, escuchamos que alguien tocó a la puerta y, al abrir, vimos a un trabajador del karaoke con una botella de vino blanco y cuatro copas.
Dentro de la sala había un teléfono, y mi amigo lo usó cada que nos acabamos una botella para pedir otra. Creo que fueron tres botellas en total. Ahora entienden por qué hice la advertencia de que mis recuerdos de esa noche están algo borrosos.
Se suponía que habíamos reservado la sala por dos horas… pues creo que al final terminaron siendo casi 4. No estoy segura de a qué hora decidimos irnos, sólo sé que ya nadie quería seguir tomando, mi garganta ya estaba irritada, y para ese momento, ya no sabíamos ni qué más seguir cantando.
Recomiendo totalmente vivir esa experiencia, si ya estás en Japón, vale la pena aprovecharlo porque allá hay montones de opciones y lugares a los cuales ir. No importa si no cantas bien, en realidad es sumamente divertido y estoy segura de que vas a disfrutar la experiencia.
Quizá te recomendaría no abusar del alcohol porque al día siguiente teníamos varias actividades planeadas y no la pasamos tan bien. No fuimos capaces de levantarnos temprano por la desvelada, la resaca fue terrible, y al final terminamos saltándonos un par de cosas para poder regresar al hotel a tomar una siesta y finalmente cenar un delicioso ramen que cura todo mal.
A pesar de esto, no me arrepiento de nada porque esa noche es de los mejores recuerdos que tengo del viaje, y mis amigos y yo nos seguimos riendo de todo lo que hicimos y lo bien que la pasamos.

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